Llegada a los asentamientos españoles y retorno a la península
Por la mañana, partieron para Culiacán, donde Melchor Díaz les pidió que convencieran a los indios escondidos en los montes de que regresaran a sus pueblos y cultivaran los campos. Álvar Núñez y sus compañeros consiguieron que, a los siete días, bajaran a negociar la paz tres jefes de los que habían huido a la sierra.
Valiéndose de un intérprete y en presencia del escribano, Melchor Díaz los inició en la fe del Dios cristiano. Señor de todo lo existente, Dios premiaba a los buenos llevándolos al cielo donde vivirían siempre sin hambre ni frío ni sed, y castigaba a los malos metiéndolos bajo tierra en un fuego perpetuo que los demonios se encargaban de atizar. Si los indios querían servir a Dios, los cristianos los tratarían como a hermanos; pero si se negaban, los cristianos los harían esclavos. Los indios se mostraron enseguida dispuestos a hacerse buenos cristianos para servir a Dios, divinidad celeste a la que llamaban Aguar desde tiempos inmemoriales.. Y por último el alcalde mayor Melchor Díaz les instó a que en lo sucesivo recibieran a los españoles con una cruz en la mano, no con un arma, y los llevaran a sus casas para darles de comer.
Después de que Melchor Díaz se comprometiera ante Dios a no esclavizar a los indios que habían aceptado a bautizar a sus hijos y levantar iglesias, Álvar Núñez y sus tres compañeros partieron hacia el pueblo de San Miguel.
En San Miguel, donde se detuvieron quince días, supieron que los indios de aquella comarca recibían a los cristianos con cruces en las manos y les daban cuanto poseían. Admirado del fervor de los conversos, Álvar Núñez confía en que el Emperador proteja a estas gentes para que se sujeten “con entera voluntad” al verdadero Señor que los crió y redimió.
El 15 de mayo de 1536, salieron de San Miguel para dirigirse a la ciudad de Compostela, capital de Nueva Galicia en la que residía el gobernador Nuño Beltrán de Guzmán. Durante los diez o doce días que permanecieron en Compostela agasajados por el gobernador, los asilvestrados supervivientes no pudieron vestir ropa española ni dormir en cama, sino en el suelo.
Y el domingo 23 de julio de 1536, tras haber sido homenajeados en el camino por los cristianos, entraron en la ciudad de México, donde el virrey Antonio de Mendoza y el capitán general Hernán Cortés los acogieron y honraron. Y el día de Santiago asistieron a fiesta de toros y al juego de cañas, que era un simulacro de pelea entre cuadrillas a caballo.
En octubre Álvar Núñez no pudo partir de Veracruz hacia España porque el barco zozobró. Así que invernó en México y, en la Cuaresma de 1537 regresó con Andrés Dorantes a Veracruz. En este puerto estuvieron embarcados más de quince días a la espera de buen tiempo. Y como el navío empezó a hacer agua, Dorantes se quedó mientras lo reparaban y Álvar Núñez decidió zarpar en otro, el 10 de abril de 1537, junto con dos navíos más.
El 4 de mayo llegó el navío de Cabeza de Vaca a la Habana, y hasta el 2 de junio no salió para atravesar el océano.
El 1 de julio, frente a la isla del Cuervo, en el archipiélago de las Azores, lograron escapar de un corsario francés gracias a la ayuda de una flotilla portuguesa de varias carabelas y un galeón.
Durante quince días esperaron en la isla Terceira a otra nao portuguesa, antes de poner rumbo a Lisboa, adonde arribarían el 9 de agosto de 1537.
Algunas aclaraciones
En el último capítulo Cabeza de Vaca cuenta la suerte que corrieron los tres navíos, con cien personas a bordo, que dejaron al norte de la bahía de la Cruz cuando, el 1 de mayo de 1528, trescientos hombres comandados por Narváez se encaminaron al remoto pueblo de Apalache, después de ordenar al capitán de la flotilla que siguiera costeando hacia Pánuco y los esperase en el puerto convenido.
Según las noticias, como no hallaron puerto que, en la vía de Pánuco, se adentraba doce leguas en la tierra, que se hallaba no a quince leguas (ochenta y dos kilómetros) de litoral como habían calculado los pilotos, sino a novecientos kilómetros, los navíos regresaron para fondear en la bahía de la Cruz, hoy Tampa, situada a cinco leguas más debajo de donde tuvieron que desembarcar los trescientos expedicionarios para adentrarse en la Florida. Los tres navíos, otro que llegó de La Habana y un bergantín buscaron por el litoral a los expedicionarios y, al cabo de un año, hicieron rumbo a Nueva España. Cabeza de Vaca describe las dimensiones de la bahía de la Cruz, “el mejor puerto del mundo”: siete u ocho leguas tierra adentro y cinco o seis brazas de profundidad.
Y se despide reseñando los nombres, lugares de nacimiento y padres –salvo los de Estebanico- de los cuatro supervivientes de los trescientos expedicionarios que se adentraron en la Florida: Alonso del Castillo Maldonado, de Salamanca, hijo del doctor Castillo y doña Aldonza Maldonado; Andrés Dorantes, de Béjar, hijo de Pablo Dorantes y de la cántabra Beatriz de Carranza, era vecino de la villa onubense de Gibraleón; Álvar Núñez Cabeza de Vaca, de Jerez de la Frontera, hijo de Francisco de Vera y doña Teresa Cabeza de Vaca, y Estebanico, negro marroquí natural de Azamor o Azemmour, era el más joven de los cuatro supervivientes, su condición de converso le había permitido acompañar a su amo Dorantes en la expedición de Narváez; también era conocido como Esteban el Negro, Esteban el Moro o Esteban de Dorantes. Entre sus ascendientes, Cabeza de Vaca menciona a su abuelo Pedro de Vera “el que ganó a Canaria”.
Lecturas, vídeos, conferencias y web recomendadas
* "La odisea de Cabeza de Vaca. Tras los pasos de Álvar Núñez por tierras americanas" de Rubén Caba y Eloísa Gómez-Lucena. Editorial Edhasa. Primera edición 2008. ISBN: 978-84-350-3986-4
* Aventuras y desventuras de Álvar Núñez Cabeza de Vaca
* Una crónica de supervivencia : Los Naufragios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca. Fundación Juan March
* Intramuros Álvar Núñez Cabeza de Vaca
* Biblioteca virtual Miguel de Cervantes. Libro completo de Naufragios