DE VUELTA A ESPAÑA
Lo primero que hizo fue pactar su matrimonio con una persona de linaje, Isabel de Bobadilla, hija del antiguo gobernador de Tierra Firme, Pedrarias Dávila. Hernando de Soto había tenido relación con varias nativas, entre ellas la coya Leonor Tocochimbo, hija de Huayna Cápac, con la que tuvo varios hijos. Sin embargo, su conducta fue la misma que la de otros muchos conquistadores, es decir, abandonar a éstas, y desposarse con una noble española, para dar el mayor lustre posible a su descendencia.
Así pues, con la intención de entroncar con una familia de linaje, viajó a Valladolid, firmando la escritura de dote de doña Isabel de Bobadilla, hija de Pedrarias Dávila, el 14 de noviembre de 1536. A modo de dote, el contrayente recibía todo el ganado vacuno y equino de Pedrarias Dávila en Panamá, así como los esclavos que estaban a su cargo.
Una vez celebrado el enlace, concentró todos sus esfuerzos en lograr un encuentro con el Emperador, con vistas a solicitar lo que siempre había ansiado, es decir, una gobernación propia. En esta ocasión, el Monarca si colmó plenamente sus aspiraciones, al concederle, en la capitulación firmada en Valladolid el 20 de abril de 1537, el título de adelantado, capitán general y gobernador de las provincias del río de las Palmas hasta la Florida y de la isla de Cuba. Asimismo, se le asignaron los cargos de repartidor de indios, alguacil mayor y alcaide de tres fortalezas de piedra que debía construir en la nueva frontera. Él se comprometía a aprestar de su bolsillo una armada, con al menos medio millar de hombres, en el plazo de un año. Todo el riesgo lo asumía el adelantado, como ocurría en todas las capitulaciones de conquista; si la empresa salía bien, él sería rico y la Corona ganaría vasallos y dinero, a través de los tributos y del quinto real. Si, en cambio, como de hecho ocurrió, todo salía mal, él quedaría en la ruina, sin posibilidad de pedir resarcimiento, y la Corona no perdería nada.
Lo cierto es que pretendía asumir la gobernación de unas tierras que habían dejado vacantes los difuntos Pánfilo de Narváez Y Lucas Vázquez de Ayllón. Anduvo muy listo y rápido, pues había muchas personas que ansiaban aquellos territorios, entre ellos Pedro de Alvarado, Nuño Beltrán de Guzmán, gobernador de Nueva Castillas, y Hernán Cortés que se disputaban los territorios al norte de Nueva España. De hecho, Hernán Cortés tenían aprestados nueve navíos y estaba apunto de enviar una armada a explorar el septentrión, cuando recibió una orden, fechada el 12 de agosto de 1538, para que respetara la capitulación con Hernando de Soto y se abstuviera de enviar gente a la Florida. Cortés lo aceptó a regañadientes, por lo que nuevamente, el 10 de julio de 1540, se advirtió al virrey Antonio de Mendoza, a Hernán Cortés, a Pedro de Alvarado y al propio Hernando de Soto que respetasen las capitulaciones que cada uno tenía, evitando así cualquier conflicto entre ellos. Pero no eran los únicos, en España se encontraba ya de regreso Alvar Núñez Cabeza de Vaca y, según el Fidalgo de Elvas, pretendía conseguir la gobernación de la Florida.