LA DEFENSA DE CARTAGENA DE INDIAS
España tenía en América, varios puntos clave que podían ser atacados: San Agustín, en la península de Florida; Veracruz, puerta del virreinato de la Nueva España; Portobello, llave del istmo de Panamá; La Guaira, inmejorable acceso a las riquezas venezolanas; Santo Domingo y San Juan de Puerto Rico, posiciones estratégicas para entrar al mar del Caribe. Pero los dos lugares que los ingleses señalaron sobre el mapa fueron La Habana, puerto clave como centro de comunicaciones del inmenso imperio cuya primacía deseaba destruir y Cartagena de Indias, la cual como muelle de acceso al virreinato de la Nueva Granada que a su vez comunicaba con Guayaquil, resultaba el sitio más indicado para el desembarco si lo que se deseaba era arrebatar a los españoles, de una vez y para siempre su inmenso imperio americano.. Tomando Cartagena, como las fichas de un dominó caerían luego el delta del río Guayas, las riquezas del Perú y los recursos de Chile, al que España ya solo podría acceder atravesando los Andes o cruzando por el estrecho de Magallanes.. Así pues los ingleses diseñaron un plan cuyo objetivo final era un gran desembarco anfibio en Cartagena de Indias que condujera a la conquista de esta ciudad.
En 1734 el Rey le asciende a Teniente General de la Armada. Blas de Lezo, habiendo realizado todo tipo de hazañas y con aureola de tremendo lobo de mar, parte de Cádiz el 3 de febrero de 1737 hacia Cartagena de Indias, ya que se le ha encomendado su defensa como Comandante General de la ciudad. Esta plaza se había convertido en un punto de una importancia geoestratégica capital, por allí pasaban las mercancías provenientes de la península y de las posesiones españolas en América del sur. Su pérdida colapsaría el Imperio, los gobernantes españoles sabedores de ello y ante el inevitable enfrentamiento con Inglaterra destinaron a Blas de Lezo para defender la ciudad.
A pesar de las magníficas fortificaciones de Cartagena, Blas de Lezo encontró las defensas de la ciudad en un estado calamitoso, contaba con poca y mala artillería, casi sin municiones y escasez de pólvora. Desde su llegada su único propósito fue el abastecimiento de la plaza y la fortificación de la bahía. Para ello ordenó cegar completamente el canal de Bocagrande creando una escollera, de esta forma se aseguró que cualquier ataque por mar tuviera que pasar por los fuertes de Bocachica. Reforzó las guarniciones de estas fortificaciones, tendió entre las mismas dos cadenas para impedir el acceso a la bahía y colocó sus barcos para apoyarlos.
El trabajo de Blas de Lezo en estos años fue ingente, especialmente en los siguientes puntos:
* Consolidación de las fortificaciones, con especial incidencia en San Luis de Bocachica, Manzanillo y San Felipe.
* Las obstrucciones a la invasión, ordenando tender una cadena entre los fuertes de la Bocachica.
* Don Blas de Lezo se mostró brillante y previsor normalizando los calibres de cada batería y dotando convenientemente los polvorines. Por si esto fuera poco, Blas de Lezo diseñó unas ingeniosas rampas de madera sobre las que, montando las cureñas de los cañones, se podían corregir alturas y alcances de las piezas para hacer blanco sobre buques u objetivos terrestres. Todas estas precauciones e innovaciones resultarían decisivas en la larga batalla de Bocachica.
* Blas de Lezo dedicó largas horas a la preparación y adiestramiento de su pequeña escuadra, hizo especial incidencia en los cuatro navíos que, como auténtica "fuerza volante", utilizó en la defensa y batalla antedicha: Galicia, San Felipe, África y San Carlos. Aunuqe los navíos fueron repetidamente "canibalizados" para aportar armas, munición y personal a los frentes de tierra.
A mediados de marzo de 1740, el almirante británico Vernon apareció por Cartagena, sondando la costa (medir la profundidad del mar) y desembarcando para levantar planos de ella. El día 18 se iniciaron tres días de bombardeo que afectaron a la catedral, el colegio de jesuitas y otros edificios. Vernon parecía desafiar a Blas de Lezo para que sacase sus navíos a combatir contra él, pero el general español que sólo contaba con seis navíos, tenía otros problemas como el fallecimiento del gobernador Fidalgo el 23 de febrero, siendo ahora el general, la máxima autoridad política hasta la llegada del virrey. No obstante, don Blas ordenó desmontar algunas piezas de dieciocho libras de sus navíos y, desde las propias murallas de Cartagena y desde la misma selva, abrió fuego contra los buques británicos cuando se acercaban a bombardear, sorprendiendo a los barcos de Vernon, que rodeados en un fuego cruzado se vieron obligados a retirarse a Jamaica.
El almirante inglés regresó el 3 de mayo siguiente con trece buques y una bombarda, sólo tuvieron tiempo para reconocer la zona y huir tras verse velozmente envueltos por los navíos de Lezo.
El 13 de marzo de 1741 se avistan desde la ciudad algunas velas enemigas, exactamente un año después del primer ataque. El mismo día una balandra francesa, enviada por el general Leogan, informa que a la altura de la Española se han contado 130 velas que por su derrota parecen dirigirse a Cartagena. Cuando finalmente arribaron todas fuerzas enemigas dos días después, la visión debió ser estremecedora con un muro inacabable de velas. Para desgracia de los defensores la información recibida por la balandra francesa estaba equivocada. Las fuerzas que Vernon presentó dejaban a las claras que esta vez no se trataba de una escaramuza. Los datos varían según las fuentes pero la escuadra británica debió componerse de 180 embarcaciones, 23600 combatientes y unas 3000 piezas artilladas En cambio Lezo contaba tan sólo con 6 navíos, 2830 hombres y 990 piezas artilladas.
En realidad las tropas de Lezo debieron haber sumado unos 6000 hombres, pero por causa de la fiebre amarilla las tropas provenientes de la península fueron drásticamente diezmadas antes de estos acontecimientos. Además de estas tropas el destino reunió para la defensa de la ciudad a brillantes militares españoles como el propio Virrey Sebastián de Eslava como mando supremo, el comandante del Apostadero Blas de Lezo encargado de la defensa, el intendente del rey y gobernador de la provincia de Cartagena Melchor de Navarrete coordinando, administrando y llevando la contabilidad de los suministros y todo lo acaecido en la defensa, el coronel Carlos Desnaux como castellano de San Luis de Bocachica y San Felipe de Barajas, y el capitán Lorenzo de Alderete defendiendo las baterías de tierra bomba. Todos ellos en sus distintos cometidos, tendrán una actuación decisiva en lo que iba a acontecer.
Vernon amaga, ronda y distrae la atención por las costas, comprobando que es inaccesible la ciudad desde su frente marítimo tras intentar bombardear la ciudad con 17 navíos y las dos bombardas dirigiéndose entonces a Bocachica.
El 17 de marzo comienza el cañoneo contra los fuertes y baterías de aquella entrada a la bahía. Esta acción se producía a todas horas con una media de 62 disparos cada hora, atacando permanentemente ocho barcos que se renovaban de cuatro en cuatro. Pero el comandante vasco se había preparado para minimizar los daños en su tropa y sacar el máximo provecho a los pocos recursos con los que contaba. Colocó los navíos en la entrada de la bahía para apoyar el fuego de las fortificaciones, mientras que en estas dispuso la utilización de “rampas bajo los cañones para poder alargar los tiros y disminuir el tiempo de los mismos”. Además ante la aplastante superioridad numérica escogió muy inteligentemente el objetivo de la artillería, buscó desarbolar los barcos enemigos algo que los inutilizaría para el resto de la campaña y con ese fin ordenó la fabricación de balas encadenadas y palanquetas que se llevaban consigo todo el aparejo. Los barcos de Vernon se vieron sorprendidos con disparos imposibles que destrozaban sus velámenes dejándoles a merced del enemigo. Sólo en la batalla del día veinte los cañonazos españoles dejaron cinco navíos de guerra fuera de combate entre ellos dos de tres puentes. Paralelamente y con el fin de minimizar sus bajas, Lezo ordenó que los merlones (la parte más débil de una muralla entre los cuales se abren las troneras de los cañones) que eran de piedra y ladrillo fueran reconstruidos con costales repletos de tierra apilados unos sobre otros. De esta manera al impactar una bala de cañón no saltaban esas esquirlas que causaban estragos entre los defensores y absorbía el golpe del impacto. Así transcurrieron los días en los que las tropas españolas apenas descansaban pero aguantaban el envite permanente de los navíos británicos.
Mientras tanto los atacantes habían desembarcado en la Boquilla (al Oeste de la ciudad) distrayendo la atención del Virrey Eslava. Sin embargo los británicos tomaron buena nota de las defensas antes del primer ataque a Cartagena, como se refleja en la carta del 7 de Marzo de 1740 dirigida a Vernon por sus oficiales, y en la que indicaban que las baterías de Tierra Bomba (al Este de Bocachica) se podrían silenciar fácilmente permitiendo desembarcar en ella. Y así ocurrió, tras anular las tres baterías situadas al Este del fuerte de San Luis, no sin sufrir graves daños en varios navíos, las fuerzas inglesas desembarcan tropas y artillería. Lezo bramaba contra el Virrey pues anteriormente le había impedido reforzar aquellas posiciones y ahora el cerrojo de la bahía estaba a punto de saltar.
Por su parte Blas pidió numerosas veces realizar salidas para impedir que el enemigo asentase su posiciones y construyera una batería de artillería, a lo que Eslava siempre se negó, sólo permitiéndolo cuando se tuvieron informaciones inequívocas de lo que hacían los británicos. Desgraciadamente para los defensores ya era tarde y fueron repelidos por un rival bien asentado. Cuando el día 2 de abril los ingleses despejaron la maleza dejaron ver la batería recién construida con 20 cañones de 24 libras y 40 morteros que inmediatamente abrieron fuego.
Tras 19 días de bombardeo continuo, el 5 de abril de 1741 las tropas inglesas lanzaron con éxito un asalto combinado por tierra y mar contra el fuerte de San Luis de Bocachica, que presentaba tal brecha que incluso se podía entrar a la carga por ella. Durante dicho combate los ya maltrechos San Carlos, África y San Felipe se incendiaron y se hundieron, mientras que las tropas españolas se retiraron desordenadamente en embarcaciones hacia la ciudad cuando los ingleses ordenaron pasar a cuchillo a toda la guarnición. Entretanto Lezo ordenaba barrenar el Galicia para cegar el paso de Bocachica, desgraciadamente el barco no cogió fuego rápidamente y cayó en manos inglesas. Se rompía así la primera línea de defensa que el propio Blas consideraba clave y quería mantener inexpugnable a toda costa. Aunque los atacantes sufrieron 1500 muertos durante el asedio de la fortificación, la situación se ponía muy de cara para ellos.
Tras la toma de Bocachica, Vernon manda la fragata Spence con dos oficiales capturados y el estandarte del buque insignia de Lezo, el Galicia, a Jamaica y Londres informando de la inminente toma de la plaza. Cuando la noticia llegó a la capital británica “se dispararon salvas desde la Torre de Londres, las campanas de las iglesias se echaron a volar y la victoria fue celebrada con iluminación general y fuegos artificiales”. Incluso el Parlamento mandó acuñar monedas conmemorativas, algunas se representaba a Lezo arrodillado (con ambos ojos, brazos y piernas sanos) entregando su espada al almirante inglés, y en las que rezaba la siguiente inscripción “el orgullo español humillado por Vernon”.
La terrible situación para los defensores hace que el Virrey Eslava ordene entonces el abandono del fuerte de Cruz Grande considerando la imposibilidad de su defensa y el hundimiento de los intactos Dragón y Conquistador para cerrar el acceso a la bahía interior. Estas decisiones se realizaron muy a disgusto de don Blas: “y con justa razón me opuse a que se abandonase el Castillo y se echasen a pique los navíos, pero he reconocido que muchos meses a esta parte ha despreciado este caballero cuanto he dicho”. Ante la cercanía del enemigo el Conquistador no es barrenado correctamente siendo capturado por los ingleses y para mayor desgracia la medida no impidió el trasiego de los barcos británicos a la bahía interior. A tal punto llegaron las desavenencias entre los dos defensores, que Lezo pidió le relevaran de su cargo, Eslava no dudó en tomarle la palabra. Sin embargo siguió combatiendo para impedir el desembarco de tropas en las inmediaciones del cerro de La Popa. Este accidente geográfico suponía una amenaza para el castillo de San Felipe de Barajas que defendía el acceso a la ciudad. Por ello los ingleses se lanzaron contra La Popa que, sin las convenientes defensas que proponía Lezo, cayó en sus manos el día 17 de abril.
Sólo quedaba someter el castillo de San Felipe de Barajas y Cartagena estaría a merced del fuego de este. Para ello ya habían tomado el cerro de La Popa desde donde cañonearían la fortificación mientras se lanzaba un asalto de infantería. La suerte del castillo y de Cartagena de Indias estaba prácticamente sellada. Ambos bandos preparaban el combate final, en el lado ingles se subió la artillería a La Popa mientras que se desembarcaban tantos hombres y pertrechos que hablaban de una ofensiva a gran escala; en el lado español ante la crítica situación el Virrey Eslava repone en el mando a Lezo que ordena desbrozar las inmediaciones para no dar cobertura al enemigo y cavar un foso alrededor del fuerte que conectara con una trinchera zigzageante situada a lo largo de la ladera del lado Sur. También envió dos supuestos desertores a los ingleses para tenderles una trampa y ordenó que trajesen al castillo la reserva de marinos dejando indefensa la ciudad, retiró a los civiles a la misma y voló el puente de acceso a ella. El comandante español dispuso en la trinchera 650 soldados y dentro del castillo 300, más la reserva de 200 marinos. Los ingleses asaltarían simultáneamente la fortaleza por los cuatro costados. Se avanzaría por el Sur aunque el grueso de la tropa se centraría en el lado Este, el más empinado pero con deficiencias en la fortificación según la información errónea de los dos supuesto desertores. Del lado Oeste se encargarían los colonos norteamericanos mientras que en el norte se haría una maniobra de distracción. Vernon no quiso dar apoyo naval al asalto, puesto que debía internarse en un estrecho canal en el que la superioridad del San Felipe de Barajas era evidente. Sin embargo también exigió rendir el fuerte del Manzanillo, el del Pastelillo y a una compañía que quedó aislada en una playa ante su avance.
En la madrugada del 20 de abril de 1741 comienza el asalto final al castillo de San Felipe de Barajas. Las tropas inglesas que avanzan por el Este son engañadas y se ven de repente bajo el fuego del castillo sin tener otra opción que intentar finalmente el asalto, pero cuando llegan a la muralla las escalas se quedan cortas dos metros, los mismos que tenía el foso ideado por el comandante español. Al Oeste las tropas norteamericanas tienen el mismo problema, produciéndose en ambos frentes una verdadera carnicería entre los atacantes incapaces de escalar las murallas.
Entre tanto los fuertes del Manzanillo y el Pastelillo resistían firmemente. Blas de Lezo ha conseguido que el lado Sur, defendido por la trinchera y la propia fortificación, no sea la que cuente con mayores efectivos enemigos y sin embargo sea la única opción efectiva de ataque contra el verdadero objetivo que otorgaría la victoria. La artillería británica de La Popa se ve obligada a repartir el fuego contra las posiciones atrincheradas, impidiendo así el ablandamiento del castillo. El propio diseño de la trinchera permitía cubrir varios flancos a la vez y no ser desbordada a la primera carga, mientras que su localización otorgaba una posición favorable en la ladera con el enemigo subiéndola y protegida por el fuerte, además la cobertura que la tierra ofrecía permitía protegerse de forma efectiva del cañoneo inglés. Las tropas británicas del lado Sur avanzan hacia el castillo sin saber que al mismo tiempo en los otros frentes sus compatriotas están siendo masacrados bajo un fuego espantoso, y ahora el destino de la contienda esta sobre ellos. El fuego de fusilería es intensísimo y los soldados ingleses no consiguen progresar con facilidad, pasan las horas y las fuerzas de ambos bandos se van concentrando en el mismo flanco, sin embargo los ingleses están sufriendo un gran desgaste subiendo la ladera bajo el sol tropical y el fuego español. Los ingleses envían 400 hombres más de refuerzo pero el combate sigue igual de trabado, hasta que al medio día los españoles dan toque de oración y detienen su fuego algo que será respetado por los atacantes mientras se hace un silencio sepulcral en el campo de batalla. Se reanuda la contienda y poco después de la pausa los británicos dan el toque de asalto comenzando el combate a bayoneta calada. Las artillerías dejan de abrir fuego contra la infantería excepto cuando se producen repliegues españoles que son superados en una proporción de cuatro a uno, a pesar del envío al combate de la reserva de 200 marinos. La línea de combate llegó a los pies de la fortaleza, varios puntos de la trinchera han sido rebasados, el combate es encarnizado, y los soldados españoles están empezando a mostrar signos de debilidad. Blas de Lezo se da cuenta que es el momento decisivo de la batalla, es un todo o nada, y da la orden de que sus 300 marinos, que servían los cañones del castillo y eran su única guarnición, salgan a la carga. Los fatigados ingleses se vieron desbordados en un momento crítico de la batalla ante la frescura e ímpetu de aquellos hombres, siendo expulsados de aquella posición y perseguidos por la tropa española comenzaron una retirada cuesta abajo. Ante estos acontecimientos los asaltantes que ascendían la ladera también se vieron desbordados psicológicamente y la huida se contagió entre las fuerzas inglesas, produciendo una estampida desordenada que los dejó a merced de los españoles y provocó la masacre de los ingleses. Estos fueron perseguidos por los defensores hasta La Popa donde capturaron las piezas de artillería que allí había. El asalto final había terminado, se había firmado otro glorioso capítulo para las armas españolas.
La tenaz defensa que planteó Lezo en todo el sitio de Cartagena buscaba desgastar al enemigo lo más posible para llegar a un combate final con posibilidades reales, algo que ya de por si suponía un éxito frente al número tan abrumador del enemigo. Al igual que las tropas peninsulares fueron diezmadas por las enfermedades tropicales a su llegada a Cartagena de Indias, todo el tiempo que duró la aparentemente absurda resistencia planteada por Lezo promovió la aparición de enfermedades en el enemigo. Las defensas de Cartagena fueron concebidas con este fin: “Se trataba, por lo tanto, de repeler el ataque de tropas noreuropeas, poco acostumbradas a los climas tropicales y deficientemente inmunizadas contra las enfermedades de estas latitudes. El agresor tenia necesariamente que lograr sus objetivos rápidamente, antes que el calor, la humedad, el paludismo y la fiebre amarilla se convirtiesen en invencibles aliados de los sitiados. En Cartagena se estimaba un plazo de seis a ocho semanas para que las huestes tropicales llegasen invisibles a defender la plaza”. Los ingleses se vieron obligados a mantenerse demasiado tiempo en el mar, algo que unido a la falta de costumbre de aquellos hombres a las enfermedades tropicales, provocaron el surgimiento de epidemias entre sus tropas. Este proceso fue acelerado por la ambición de Edward Vernon quien, tras tomar Bocachica, decidió no enterrar a los muertos (suyos y ajenos) para lanzarse rápidamente contra la ciudad. Los soldados ingleses estaban padeciendo verdaderas calamidades por parte de la naturaleza y de su mando, ello explica que se desmoronaran de golpe y no pudieran asumir un nuevo asalto a San Felipe de Barajas. Además las desavenencias en la oficialidad británica, el egoísmo y crueldad de sus comandantes provocaron numerosas decisiones fatales y el derrumbamiento físico y moral de su tropa. Blas de Lezo logró, no sin dificultades, resistir desde primera línea sin que se produjera el descalabro de sus tropas, obligando al enemigo a desgastarse excesivamente y llevándole a un asalto final en el que ya no podía ejercer su superioridad numérica, donde magistralmente encauzó el ataque al frente que dispuso, rechazándolo con brillantez.
El 26 de Abril, Vernon pone postreramente al buque Galicia a disparar contra el fuerte de San Felipe de Barajas. Este barco había sido la nave capitana de Lezo, siendo capturada a los españoles en la toma de Bocachica cuando no cogió fuego a tiempo. El propósito de la misión suicida era humillar el honor español y vengarse. El combate terminó con el Galicia desarbolado y en un calamitoso estado tras recibir el cañoneo simultaneo de las defensas de la ciudad, el fuerte de San Sebastián del Pastelillo y el propio San Felipe de Barajas. Finalmente fue incendiado, unas fuentes hablan que por los propios ingleses cerca del fuerte del Manzanillo y otras por los españoles después de acabar con sus tripulantes, poniendo en llamas el velero que llevado por el viento prendió en otras embarcaciones y material de guerra británico con grave destrucción y pérdidas. Sea como fuere se trata, como los continuos bombardeos sin objetivo alguno, de una muestra de la impotencia de Vernon ante la derrota.
El día 8 de mayo las fuerzas inglesas muestran claros signos de retirada y comienzan su marcha, hasta que el día 20 del mismo mes desaparecen todas las velas inglesas. Antes de su marcha continuaron sus bombardeos y en el momento de su partida Vernon se vio obligado a incendiar cinco buques por falta de tripulación y de regreso a Jamaica tuvo que hundir otro más. Cargados de hombres moribundos, sus barcos parecen hospitales. Más tarde volverá a rondar Cartagena, pero desistirá de cualquier ataque al ver las defensas reparadas y se dirigirá entonces a atacar sin éxito La Habana. Caerá en desgracia a su llegada a una Inglaterra humillada que celebró imprudentemente una victoria que todavía no se había producido. Los historiadores ingleses ocultaron vergonzosamente lo ocurrido en Cartagena de Indias por orden de Jorge II.
Las bajas inglesas en la campaña de Cartagena fueron tremendas, quedando la flota de guerra de su armada prácticamente desmantelada:
- 3500 muertos en combate.
- 2500 muertos por enfermedades.
- 7500 heridos en combate.
- 6 navíos de tres puentes.
- 13 navíos de dos puentes.
- 4 fragatas.
- 27 transportes.
- 1500 cañones capturados o destruidos por los españoles.
Del lado español los daños fueron también importantes, llegando casi al límite de lo que podía soportar la guarnición:
- 800 soldados.
- 1200 heridos.
- 6 navíos de dos puentes.
- 5 fuertes.
- 3 baterías.
- 395 cañones.
“Cada barco y soldado español hizo frente y derrotó a 10 ingleses”. El resultado es tan increíble que el propio Lezo, pecando de humildad, atribuye la victoria “a las misericordias de Dios”.
Tras la tempestad no vino la calma. Sebastián Eslava, Virrey de Nueva Granada, se guardó las desavenencias con el marino vasco y escribió varias veces al Rey pidiendo castigo para Lezo, cosa que al final logrará hundiéndole social y económicamente. El marino vasco intenta conservar el prestigió y la fama ganadas durante 40 años de su vida entregados al servicio de Su Majestad Felipe V, escribiendo a sus amigos de la península, remitiendo el diario de lo acontecido en Cartagena de Indias. Patiño, su gran valedor, intenta mediar ante el rey, pero este bastante trastornado y ya envenado por las informaciones de Eslava ignorará lo que alega Lezo. Pero este ya estaba enfermo, unas fuentes afirman que por las heridas sufridas y otras por las enfermedades transmitidas tras la matanza ocurrida semanas antes. El 7 de septiembre de 1741 muere en Cartagena de Indias sin recibir sepultura conocida por las penurias monetarias y sociales que padeció su mujer por culpa de aquellos rencores. Nadie se atrevía a mostrar su cercanía por miedo a las represalias. La situación fue tan cruel que incluso muerto fue destituido aunque posteriormente se rehabilitó su figura y se le concedió a título póstumo el marquesado de Ovieco (El Marquesado de Ovieco es un título nobiliario español creado por el rey Carlos III de España, a favor de Blas de Lezo y Pacheco, en memoria de su padre Blas de Lezo y Olabarrieta, quien fue insigne almirante español muerto por heridas de guerra tras vencer en la Batalla de Cartagena de Indias en 1741. En recuerdo de su valentía en la defensa de dicho bastión al ataque inglés en el Virreinato de Nueva Granada se le concedió dicho título nobiliario a su hijo Blas de Lezo y Pacheco.). Así desapareció un almirante leal, valiente y tenaz, brusco pero humilde, pragmático a la par que ingenioso y con perfecto dominio del factor psicológico, uno de los militares más brillantes que ha dado el país y posiblemente el mejor de su época, pero a la vez uno de los más olvidados por esta, en ocasiones, ingrata España.
Recursos utilizados, webs, conferencias y vídeos recomendados
Libros
"Breve historia de Blas de Lezo" de Víctor San Juan.
"El héroe del Caribe, la última batalla de Blas de Lezo" de Juan Pérez-Fonseca.
Webs
https://www.elguaridadegoyix.com/blas-de-lezo
https://www.elmundo.es/papel/historias/2019/01/07/5c323869fc6c83be4c8b4643.html
http://aunamendi.eusko-ikaskuntza.eus/artikuluak/artikulua.php?id=eu&ar=81070
http://blasdelezo.fundacionmuseonaval.com/
Vídeos
Blas de Lezo, el héroe de Cartagena
La historia de Blas de Lezo, el mayor héroe español en cinco minutos
Conferencias
Conferencia sobre Historia "Héroes": Blas de Lezo impartida por Javier Bellas de Fundación Mútua Madrileña
La defensa de Cartagena de Indias por Jesús A. Rojo
Documental sobre la defensa de Cartagena de Indias
El español que derrotó a Inglaterra por Juan Pérez-Fonseca